Durante el puerperio, que dura los primeros dos años de vida del bebé y no los 40 días que nos quieren hacer creer, la mujer atraviesa por innumerables cambios físicos y emocionales. El convertirse en madre es un parteaguas del que simplemente ya no hay vuelta atrás. Te enfrentas a un mundo con ojos nuevos y también te adentras a un mundo llena de expectativas e ideales que te has ido formando desde pequeña.
Y entonces nos encontramos con que no estamos pero ni cerquita de la imagen de mamá de comercial Johnson's baby: esa mujer que es toda sonrisas, dándole masaje a su bebé con olores de lavanda en un cuarto ultra limpio (por ende, pensamos que la casa donde vive está impecable) y viendo cómo cae dormido en un profundo sueño... Muy al contrario, te ves al espejo y si buenamente tu cabello está medio ordenado es mucho, si el maquillaje aún medio funciona para tu nivel de ojeras te das por bien servida y si todavía puedes caminar por tu casa sin tropezarte con todo lo que está tirado entonces piensas que aún aguanta un día más antes de intentar limpiarla un poco.
También es en esta etapa en la que IRREMEDIABLEMENTE comienzas a compararte con las demás mamás o te topas con la clásica que como quien no quiere la cosa viene a contarte que "perenganita" se topó con "fulanita" que está recién parida y que tal pareciera que nació para ser mamá (o eso les hizo creer "fulanita"). También comparas a tu bebé y como bien dice Carlos González, da la casualidad que el hijo del vecino siempre duerme más, siempre come más y siempre se porta mejor.
Esto de las comparaciones a veces llega a extremos un poco rudos, al grado que en la red podemos ver discusiones a veces subidas de tono entre mamás defendiéndose de lo que creen son críticas hacia su modo de crianza sólo porque se sintieron aludidas por lo que leyeron en algún texto que escribió una completa extraña que ni las conoce, ni sabe de su vida, ni está poniendo en tela de juicio sus decisiones.
Es por eso que les comparto esta entrevista que me pareció muy atinada y que habla específicamente sobre el creciente debate entre quienes dan pecho y las que dan el biberón y cómo en ocasiones somos tan intolerantes hacia las demás mamás por pensar que está mal que den biberón o que son esclavas del chuchú que no nos damos la oportunidad de ponernos en sus zapatos.
A veces la mejor ayuda es aquella que no estorba. Ya tenemos suficientes problemas las mujeres tratando de compatibilizar nuestros roles de mamá-profesionista-pareja como para que además tengamos que competir entre nosotras. Seamos tribu, apoyémonos y echémonos porras porque es un hecho que TODAS queremos y damos lo mejor de nosotras mismas para nuestros hijos.
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